Para no empezar a hablar sobre el Dogme 95, diré que me ha
llamado la atención la forma de contar las historias de Von Trier. Empezaré con
Dancer in the Dark (2000), donde la actuación de Bjork es magnifica y también
trágica, es decir, una mujer inmigrante que está al borde de quedar ciega
disfruta sus últimos momentos bailando y recreando en su mente escenas de un
musical que no ha pasado. Y ese es el punto: no ha pasado, instantáneamente vuelve
todo a la realidad, la fábrica, su hijo y el extraño hombre que siente
atracción por ella. En fin, el film es rudo, pero de eso se trata.
Yo pensaba que había visto todo hasta que vi Breaking the Waves (1996). Este film trata de una mujer que vive en una comunidad religiosa calvinista en Escocia; tiene una vida puritana, es decir, en general, las mujeres no pueden hablar en la iglesia y tienen muchos derechos oprimidos. Todo esto hasta que conoce y se casa con un hombre que trabaja en una extractora de petróleo, con quien descubre una serie de cosas nuevas para ella, entre éstas: el sexo. A lo largo de la historia todo se complica más y más y el resto es lágrimas y deseos de matarse viéndola.
Para terminar con esta parte tengo The Idiots(1998), como una de las obras principales del Dogma. Me pareció una propuesta muy interesante; un grupo de personas en el mismo grupo y la misma casa que comparten algo: la idiotez. Idiotez fingida puede ser, ya que pretenden ser deficientes mentales y débiles para así salir de las ataduras sociales. Tengo tres palabras para describir este film: banalidad, improvisación y discurso. Me explico, como manera de crear algo distinto, Von Trier se vale de la improvisación, la cámara en mano y los primeros lugares que vea para rodar. Al verla, me sentí leyendo algún discurso de Camus o Brave New World: fuerte, pero en fin utópico y pesado, siguiendo algunas “reglas”. Una real piedra en el zapato.
Sin duda estas tres películas tienen algo en común: mártires. Mártires femeninas que de alguna manera muestran su sufrimiento como modo de defensa. Es evidente que Von Trier quiso homenajear a la mujer en esta trilogía llamada Golden Heart, que no es tanto el aspecto estético y técnico sino un aspecto más simbólico, filosófico y religioso.
Años después aparece Dogville (2003), sí, una ciudad de
perros. Para concretar: es un informe de toda la arrogancia y el egoísmo
presente del día a día. Las personalidades de cada habitante representan un
solo personaje: La humanidad. Von Trier nos muestra de una manera esquemática,
real y crítica una durísima reflexión sobre la conducta del ser humano
valiéndose de un limitado presupuesto que es más que suficiente. Para mí, es
una dirección increíble. Con limitado presupuesto me refiero a que el set de
grabación es literalmente una tarima de teatro, sustituyendo paredes y puertas
con marcas de tiza, lo cual hace todo más awesome.
La segunda parte de Dogville es Manderlay (2005), sigue la trama de la reflexión pero esta vez es en una plantación de algodón donde aún rige la esclavitud y tratarán de establecer una democracia y ciertas reglas que en el futuro harán las cosas más complicadas.
Pero ahora hablemos
de Antichrist (2009), porque es que sin duda no consiguieron una “película
de terror”, consiguieron algo más. No basta con ver el Prólogo tipo secuencia
slow-mo para saber más o menos qué es lo que vendrá después. Al exhibir esta película,
Von Trier confirma su deseo de romper paradigmas visuales y su naturaleza
perturbadora y sexualmente primitiva a través de imágenes poderosas que sin
duda, poseen gran belleza estética.
“Si Ingmar Bergman se hubiera suicidado, ido al infierno, y vuelto a la tierra para dirigir una explotación / película de arte de autocine, Anticristo es la película que él habría hecho. John Waters” |
Por último, Melancholia (2011), la bella melancolía. Es que yo sabía que me iba a encariñar con este film desde que vi los primeros segundos del Prólogo con música de Wagner [genial] y una secuencia en cámara lenta de la guapa Kirsten Dunst vestida de novia acompañada de imágenes oníricas y una colisión de la Tierra con un planeta azul tipo 2001, pero a lo vontrieroso. Tragedia, fin del mundo, amor, sexo, melancolía, indiferencia: así puedo resumir la historia del matrimonio fallido de Justine y Michael. Tan atrapante como que te digan que un planeta más grande absorberá la Tierra y que no te importe en lo absoluto. Y es que esta conducta se ha convertido para mí en un estado de ánimo: el estado "Melancholia" [el "no me importa nada"]. Pero más allá de Tristán e Isolda, está la impecable fotografía y una distinción entre la depresión y el optimismo reflejado en dos capítulos: Justine y Claire.
En fin... después de haber visto la gran parte del trabajo del director de cine danés (lo que no he podido ver es porque no lo he digerido), he llegado a una conclusión: Von Trier es el maestro de la fatalidad; esquemático, directo y reflexivo en sus acusaciones contra la verborrea de los acontecimientos que carcomen su consciencia. Más que reflexivo, da para reflexionar al espectador, que bajo el lema de “a una película se la debe sentir como se siente a una piedra en el zapato” ofrece una obra virtuosa y exquisitamente personal.